Antes
solíamos pensar, que el poder era una lucha constante entre los fuertes y los
débiles, pero con los años, nos hemos dado cuenta que el sujeto encargado de
manejarlo, muchas veces, no necesita de la fuerza bruta para ejercerlo ante su
población o equipo de trabajo, ni mucho menos, es de carácter débil, por el
contrario, cada día se nos muestra a las personas que lo poseen como seres cotidianos que sienten y piensan las necesidades de otros, las cuales son articuladas a su propuesta ideológica en relación con su comunidad, pero en especial a su proyecto de vida.
Por otra parte, Foucault, nos
plantea en su texto “La Arqueología de Saber” que el poder no es tanto desde el
ejercicio intelectual sino desde la forma discursiva por lo siguiente:
Sobre un tipo
definido y normativo de enunciación? Pero he encontrado formulaciones de
niveles sobremanera diferentes y de funciones sobremanera heterogéneas, para
poder ligarse y componerse en una figura única y para asimilar a través del
tiempo, más allá de las obras individuales, una especie de gran texto
ininterrumpido. , Sobre un alfabeto bien definido de nociones? (62)
Esto nos enseña, que el discurso, es una figura inagotable de
conocimiento acerca del poder que tiene su autor o quien lo pronuncia, puesto que tiene que asimilar las
distintas formas ideológicas que se suscitan en los hechos históricos que pasan
durante su época de trabajo en la población o equipo, si no es así,
el trabajo conceptual, que se ha elaborado, en su desarrollo en su capacidad
discursiva, perdería el cauce de su intencionalidad, lo mismo que su construcción, la cual se realizó para llegar mucho más allá de quien
antecede.
Adicional a lo anterior, el discurso como capacidad de persuadir, más bien de seducir en nuestros tiempos
actuales, se rige es por el interés que “X” tiene
en “B” para un fin, pues como bien, somo sujetos que constantemente estamos buscando, en otros algo a cambio por un beneficio o interés, gracias a un bien poseído;
para que más adelante, se lo paguemos con algo de su necesidad o simplemente se
genere un vínculo de relación entre los protagonistas del interés.
Cabría preguntarnos, sí esto es malo o es bueno, más bien, todo depende de los hechos históricos,
sociales, culturales, económicos y políticos que generaron la alianza entre los
sujetos de “X” con los de “B”
Al
respecto sobre lo anterior, Foucault, nos dice:
Las relaciones
discursivas. Según se ve, no son internas del discurso: no ligan entre ellos
los conceptos o las palabras: no establecen entre las frases o las
proposiciones una arquitectura deductiva o retórica. Pero no sin embargo, Unas
relaciones exteriores aI discurso que lo limitarían, o le impondrían ciertas
formas, o lo obligarían, en ciertas circunstancias, a enunciar ciertas cosas.
Se hallan, en cierto modo, en el límite del discurso: le ofrecen los objetos de
que puede hablar, o más bien (pues esta imagen de ofrecimiento, que Suponeque
los objetos están formados de un lado y el discurso del otro) determinan el haz
de relaciones que el discurso debe efectuar para poder hablar de tales y cuales
objetos, para poder tratarlas, nombrarlos, analizarlos, clasificarlos,
explicados, etc. Estas relaciones caracterizan no a la lengua que utiliza
(76-77)
En otras palabras, el interés no se genera tanto por
obtener relaciones discursivas o un beneficio de los protagonistas, se trata es
de buscar el diálogo para mostrar que los sujetos necesitan de los objetos que
caracterizan al uno del otro, ya que estos generarían en su lugar de origen,
una mayor calidad de vida o solamente un desarrollo más óptimo en los distintos
ámbitos que subyacen la cotidianidad de dicho lugar. Dirigido u orientado por
un sujeto elegido entre su grupo como el líder.
Las
mayores características humanas que tienen su comportamiento según Max Weber:
1.
La
tradición: porque reconoce el orden, por el cual se maneja la autoridad y las
instituciones; a la par, analiza las organizaciones, para tener una mayor
comprensión.
2.
El
carisma: capacidad de aceptar el manejo del poder por parte de otra persona,
por la identificación de sus características personales como simpatía,
habilidad social, empatía entre otros.
3.
Legitimidad
o autoridad legal: es la aceptación del ejercicio del poder desde el orden
jerárquico, es decir, que la persona se encuentre apoyada por una organización
legítima del estado.
La
anterior cita textual, comparte la idea de que el poder, no es tanto desde la
capacidad de persuasión o seducción de quien lo utiliza, sino desde el discurso, subyace los elementos anteriormente expuestos, no es solamente un conjunto
de nociones armadas a partir de una propuesta conceptual, el poder de
nuestro tiempo, es un ejercicio de estrategia, donde la persona que lo tiene a
su cargo es dirigida por una perspectiva política, pero ante todo, con un apoyo
de una organización del estado, para tener un desempeño crítico, analítico y
reflexivo.
Puesto que sí no es así, se estaría desarrollando una dictadura, donde no se podría realizar el ejercicio de la confrontación a quien la
dirige nuestros destinos en el estado a través del diálogo, sino más bien, se tendría que utilizar la violencia para llegar a un consenso. Contrario a esto, el poder,
es la capacidad que tenemos para influir en otros según los virajes legales que se nos abren
gracias a la filosofía política.
A manera de conclusión, podríamos decir que el
ejercicio de poder, es el ejercicio del carácter, porque si no fuera en esta
forma, caeríamos en la manipulación de una persona con un comportamiento
incorrecto o simplemente embaucador y nos dejaría sin nuestras posesiones el
día de mañana.
Bibliografía
- Foucault, Michel. Las Palabras y las Cosas. Barcelona: Siglo Veintiuno Editores, 1978.
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