lunes, 27 de julio de 2015

A LA QUERIDA GABRIELA ELENA


Gaby, es de esos amigos que uno tiene para
reír, para contarle historias, pero también
alguien con quien puedes llorar en confianza,
porque ella te consolará.
Gabriela Elena, mujer de palabras,
de demostraciones, pero ante todo de detalles
es algo que quienes la conocemos recordamos
de ella con mucho cariño.
Mujer ejemplar, cabal y de principios fuertes. Eso me decía alguna vez en un café su jefe de SEDUCA José Fernando Montoya Ortega, que es uno de mis mejores amigos y con quien comparto ser miembro de la Universidad Pontificia Bolivariana, no fueron una sino varias veces en la que mí querido amigo, me decía estos adjetivos de esta mujer, que le dedicó no sólo treinta y dos años de su vida a la psicoorientación, sino también ayudándonos a nosotros quienes pasamos por su existencia, ya sea como pacientes, estudiantes, padres de familia, amigos y familiares. Yo recuerdo que cuando entré a la Normal Superior de Medellín, ella era del comité de admisiones encabezado por Marina Raga, Luz América Fernández y Teresita Pulgarín; las tres me realizaron una ambientación sobre el sentido del ser maestro, pero en especial que era hoy ser
Ella, es una apasionada por la escritura
y la palabra, ya como ella muy pocos son quienes
usan el lenguaje en ambas expresiones de forma
correcta. Todavía que ella fue de mis primeras
correctoras de estilo en mis primeros caminos
dentro de la escritura.
normalista. Ese día era un 30 de noviembre de 2005 a las 12:00 M; desde ese día sellamos nuestra amistad luego de recorrer junto a ella las instalaciones de la Normal Superior de Medellín. Hoy la comunidad ha jubilado una mujer que consagró sus mejores años y conocimiento en pro de la comunidad, pero yo tendré la oportunidad  de túrnamela para tomar tinto con ella, Paula, sus hijos, Luz Dary  y hablar con ella de las palabras que las personas de nuestra ciudad dicen sobre la literatura, ya sea en la forma  de Manuel Mejía Vallejo, Juan Luis Mejía Arango, Reinaldo Spitaletta o de otros autores que son de su predilección. He recuperado otra amiga para el tinto, pues ya con ella paulatinamente se van jubilando esas personas que en el aula me dieron sus mejores años de búsquedas eternas en el conocimiento para yo aprenderlas y así compartirlas hoy con aquellos que pasaron por mis manos que también pasaron por las magnas manos de ellas como fueron Daniel Guzmán Echavarría, Sebastián Londoño Vahos, Carlos Andrés Gómez Rivera, entre muchos otros.  Con Gabriela, compartimos la pasión de los separadores, la cual ella le enseñó a Paula Andrea Restrepo, aunque en la Normal uno ya no sabe quién fue el que le enseñó a una x o y cosa, porque las generaciones y los años a todos se nos están pasando incluyendo a quien escribe. Pero en fin, hay tantas anécdotas que recordar de ella, que dos hojas no serían el espacio suficiente para esto. La querida Gabriela Elena, es la mujer antioqueña de antes, esas mujeres que me cuenta mi abuela cada vez que recuesto mi cabeza en sus piernas. Brava pero noble, de carácter pero de gran corazón, ecuánime pero justa; de esas que andan con el mazo pero también con el abrazo para sus seres queridos.
La mujer que lee y disfruta el texto
hasta sus últimas páginas.

Fueron muchas veces que vi como defendió a estudiantes y familias normalistas en situaciones difíciles, al mismo tiempo que buscó siempre la forma de darles ánimos, ayudarlos en pro del mejoramiento de la calidad de vida. Lo único que me da es esperar cuando me toca el turno para tomar el tinto con ella, y ahora yo no  sea dizque el ocupado por tantos asuntos que se nos presentan en la existencia.

Mis aprecios y un abrazo. Estas palabras son muy sentidas y además son escritas con aprecio y cariño.
Juan Esteban López Agudelo

 Gabriela Elena Restrepo Londoño nació un 27 de noviembre en la ciudad de Medellín de que año no sabemos. Pero podemos decir que es una apasionada por la literatura de nuestra tierra, de Mario Mendoza, Evelio José Rosero, de la infantil, de la universal entre muchas otras literaturas, es un ser humano que disfruta los juegos de los niños, se asombra como ellos de la naturaleza y la existencia. Es madre de Cibeles Viloria y de Antonio José, dos seres humanos valiosos y nobles; tenemos una veintena de amigos en común que también son maravillosos e igualmente nos han permitido crecer en lo humano e intelectual. Le dedicamos esta columna de la biblioteca de Juan, por amistad, cariño y aprecio.

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