Los seres humanos, preexistimos por el pensamiento, pero a la vez gracias a los
instintos. Los primeros, son relucidos
en nuestro día a día, por las problemáticas sociales y culturales, que como
sujetos, surgen gracias al paso en el tiempo.
En cambio, nuestros instintos, son aquella
esencia, que constantemente estamos ocultando, por los mecanismos de defensa o
miedo, para mostrarle al mundo, nuestra naturaleza desinhibida. Generando en nosotros,
mascaras que suelen ser muchas veces hipócritas o falsas, donde se oculta, esa
ira o pasión inmersa que tenemos hacía a esa otra persona.
En la película “Lucía y el Sexo” del Director
español Julio Médem, se nos muestra como
la protagonista, siente un profundo amor por su novio el escritor Lorenzo, pero
a la vez una profunda tristeza, por haberla dejado sin explicación alguna en su
departamento; la única manera, encontrada para olvidarlo, ha sido un viaje
hacía Formentera (Isla Mediterránea) sin saber, que allí, la figura del
recuerdo, constantemente, hace rememorar todo lo vivido con su novio. Pero de
la forma, más singular, caminando en cada lugar, piensa en cómo fue la primera
vez que hablaron, el primer encuentro
amoroso entre ambos; pero en especial, la incidencia de lo sexual en la convivencia.
El sexo, en dicha pareja, durante toda la
trama, podremos observar fue el lenguaje común para expresar toda sus
emociones, sentimientos de forma grupal, pero igualmente individual, pues cada
uno, buscaba en ese “otro” llenar aquellos vacios suscitados en su personalidad.
Del mismo modo, Lucía, será el personaje, que
ayudará a Lorenzo, para hallar todo ese caudal de sentimientos ocultos en su
personalidad, los cuales serán la clave de una novela, donde se hará la
catarsis de la muerte de su pequeña hija Luna, que murió por la mordedura de un
perro. Justo cuando se encontraba teniendo relaciones sexuales con la niñera de
ella.
Adicional a lo anterior, Elena, la madre de
Luna, tiene una amistad con la protagonista, ayudándola a buscar una paz interior,
donde debe confrontar todo lo vivido con Lorenzo, empezando una vida nueva o
partiendo de la experiencia que ella tuvo, para no volver a cometer los mismos
errores.
Del mismo modo, la película, busca enseñarnos
la incidencia de los espacios reales y ficcionales, para la intensidad y pasión
vivida por la pareja a través de la sexualidad. Igualmente como el amor de
Lucía hacía su amado, transciende barreras, ayudándolo en su día a día en la
tarea de ser autentico, buscando un sentido en su existencia, gracias a la relación
de ambos.
Por último, lo más fascinante de las escenas
observadas en la obra de Médem, es el profesionalismo con el que se
desenvuelven, en el sexo explicito, los
actores de la película, pues no se presenta como algo obsceno, sino todo lo
contrario, con una sensualidad y frescura, donde los espectadores, aprendemos a
ver al sexo, como el arte de la compenetración de los amantes. Pero significativamente,
el espacio y los juegos como rituales donde la pareja, se inhibe sacando no
sólo ternura o fascinación en el acto sexual. Al contrario, busca generar
pensamiento sobre lo sexual como una necesidad humana, donde el individuo
quiere comunicar eso que no se puede expresar ni en palabras a nivel oral o
escrito. O igualmente con demostraciones afectivas; que el sexo, ayuda a
expresar mejor, pues el lenguaje de la pasión, es el mejor, para decir: Te amo
o Te quiero.
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