Si buscamos en el diccionario de la RAE que significa la palabra nos encontramos: “palabra que viene del lat. Magíster, -tri, Persona
que es práctica en una materia y la maneja con desenvoltura”[1]; un maestro de filosofía, no es sólo una persona que
maneja y práctica una materia con desenvoltura como si fuera un ser
convencional, al contrario, su función es comunicar, notificar, explicar, comprender y
traducir verdades que mejoran la calidad de vida no solamente de los
estudiantes sino de sí mismo como sujeto inmerso en una sociedad o cultura, dentro
de su ejercicio docente, sus verdades no solo develan conocimiento también son
la muestra de una gran vocacionalidad por su doctrina ética y axiológica.
El Filósofo es el primer pedagogo por excelencia, porque busca a través del pensamiento, generar nuevas horizontes de comprensión hacía un diálogo. Desde la conexión disciplinaria del conocimiento. |
El maestro de filosofía, no utiliza su
espacio de clases para mostrar un mensaje con ayuda de los elementos que
enunciamos en la parte de arriba, es
alguien que dialoga mediante una pregunta: ¿Qué
quieres que haga por ti? o ¿Por qué me has llamado para enseñarte el saber
filosófico? [2];
Que se deviene de forma constante
por la transformación de su piel de
maestro que se pregunta o diserta a cerca de su quehacer pedagógico-filosófico
en las aulas, pero esta cualidad es el medio por el cual se puede develar como se ha profundizado o añejado la enseñanza
de la filosofía, sino que se vuelve el
referente necesario de evaluación del proceso de enseñanza y aprendizaje que
llevan tanto el maestro como su alumno. A mirar los avances del procesos desde
los conceptos de evolución y progreso.
Adicional a esto, el maestro que se
pregunta o cuestiona, no lo hace solo para enseñar y aprender como persona, sujeto enseñante o de un alumno, que es sujeto aprendiz, sino que en
palabras de George Steiner: “lo hace
para irrumpir y arrasar con el fin de limpiar y reconstruir la mente de ese
mortal que va en su búsqueda”[3].
Del mismo modo, no se queda, en la escala de enseñante cuestionador o de alguien
que se pregunta junto con su alumno, ellos también son personas
convencionales: “son seres cotidianos
que tienen problemas, sueños y sensibilidad con respecto a la vida, la cual es
un constante desafío vivir a la luz de la indagación y comunicación de sí
mismo”. [4]
Esta categorización, demuestra que el maestro no solo vive de
hacerse preguntas, dialogando o mirando una tradición, sino que es un ser como
cualquier otro con necesidades afectivas, sociales y culturales, las cuales
busca satisfacer no necesariamente mediante un sueldo sino a través de un
oficio como es enseñar a pensar a otros.
Ejemplo de lo expuesto Peirce,
Sócrates, Sastre, Wittgenteins y otros.
Ahora vamos a mirar al maestro como un seductor, cuya finalidad es tirar una disertación o pregunta con base en
una mirada filosófica, la cual responderá a los intereses de sus alumnos y/o
discípulos, puesto que eso es seducir, buscar afinidades mías que le gusten al
otro para establecer un vinculo que nos una o atraiga su atención.
El efecto de esta seducción, es “la dislumbración de las tormentas en los
altos mares del conocimiento y así amedrentar a la sirena que se llama
ignorancia o a las tormentas de la pereza y del facilismo; e incitar a nuevos
caminos que inciten las aventuras de nuevos encuentros”. [5]
Los maestros de filosofía como seductores, no son simples generadores de una pasión, son
seres carismáticos que buscan a través de las almas de sus alumnos, para que
conozcan sus capacidades, en los diversos ámbitos de sus ser como humanos e
intelectuales. Y así buscar asombrar a la sociedad.
Por otra parte, hablaremos del maestro de filosofía como
sabio, puesto que ya hemos expuesto del seductor, indagador, ser cotidiano.
Éste nace como un heredero de la herencia socrática, la cual es dialogar con la
tradición cada que se va realizar una investigación, lectura, análisis o crítica
de un texto o trabajo filosófico,
por el valor que esta tiene para responder las mismas o nuevas preguntas
que surgen dentro del quehacer cotidiano de la clase de filosofía.
El maestro sabio es alguien humilde
que dice: “No se puede indagar de lo que
sabe, puesto que ya se sabe y en ese caso no hay necesidad de indagación, ya
que lo que no sabe es lo que se tiene indagar.” [6] Esto genera que su
alumno cada día desarrolle una competencia dialógica con si mismo, pero
especialmente con el conocimiento, por que se da cuenta cuál es su trayecto o
las rutas que debe trazar para alcanzar igual o mejor trayecto que su maestro.
La labor del maestro sabio no se concentra en sembrar, modificar o guiar,
sino ayudar a que ese alumno en el alcance de lo propuesto, con su ayuda o mostrarle el camino para llegar a la nave de
la doxa o del sentido común en su existencia, es más bien, confrontar sus ideas
en torno al conocimiento.
Se concluye , que el maestro de
filosofía del siglo XXI es una combinación de un sembrador, sabio, artesano,
guía o ser cotidiano que forma diversas formas de ver, analizar y pensar el
mundo; si no lo es su tarea será buscar la forma que su enseñanza sea la forma
para que aprende a buscar ese sentido que todos debemos ser.
El siguiente texto fue Escrito el día 15 de Septiembre en el II Semestre de Licenciatura en Filosofía & Letras, en la UPB para el docente Iván Darío Carmona en el curso de Construcción del Pensamiento Pedagógico, el cual buscó transversalizar la pedagogía, Filosofía y Literatura en un saber teorético y crítico de la cotidianidad.
Espero que lo disfruten.
[5] Paráfrasis de VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando, AVATARES
LOS OFICIOS DEL MAESTRO: Analogías en búsqueda de la comprensión del ser
MAESTRO pág.38.
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