sábado, 13 de abril de 2013

FILOSOFÍA- PEDAGOGÍA: LOS IDEALES DEL HOMBRE POSTMODERNO


INTRODUCCIÓN
El hombre postmoderno,
se encuentra en una
constante confusión,
puesto que sus relaciones
son tan efímeras que no
se ha detenido a pensar
y reflexionar si eso es lo
que quiere para su vida.

La vida es el ideal que se persigue, es la tesis que vamos a tratar de responder  en el siguiente escrito. Pero enfocado en el hombre de nuestra cultura postmoderna, puesto que sí no es así, estaríamos haciendo un trabajo descontextualizado a las necesidades educativas, sociales, culturales, económicas y políticas que tiene nuestra cultura en relación con la mirada del ser día tras día.

El concepto de postmodernidad según Francois Lyotard:

La Condición postmoderna de nuestra cultura como una emancipación de la razón y de la libertad de la influencia ejercida por los “grandes relatos”, los cuales, siendo totalitarios, resultaban nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina toda diversidad y pluralidad: “Por eso, la Posmodernidad se presenta como una reivindicación de lo individual y local frente a lo universal. La fragmentación, la babelización, no es ya considerada un mal sino un estado positivo” porque “permite la liberación del individuo, quien despojado de las ilusiones de las utopías centradas en la lucha por un futuro utópico, puede vivir libremente y gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y sus gustos”. (Vásquez Ctdo a Lyotard)

Lo dicho por el autor, nos enseña que la vida del hombre de nuestro tiempo, no está enfocada su razonamiento solamente, tal y como lo era en la modernidad, en su espiritualidad a Dios y la naturaleza desde los antiguos o en la búsqueda de su ser desde lo psicológico, emocional o en distintas dimensiones como lo hicimos durante mucho en la contemporaneidad.

El encuentro, es una de las cosas
que el hombre de hoy ha perdido
por encontrarse encerrado en la
cadena de su soledad, formada
por el individualismo.
El hombre postmoderno, reúne todo los elementos anteriormente expuestos, porque ya no solo mira su ser enfocado en todas sus dimensiones, también se analiza constantemente en su cotidianidad, porque se ha dado cuenta que no siempre es igual, sino que todos sus ideales van en constante cambio según los fenómenos que se vayan dando.

No obstante, la formación en el siglo XXI es uno grandes ideales de vida, debido a la necesidad que tiene el sujeto de conocer su pasado y presente para confrontarlo de manera reiterada, hacía una comprensión, interpretación y análisis de los valores, actos o comportamientos inmersos en cada uno de los discursos que se encuentran sustentados en las ciencias o distintas áreas del conocimiento.

La fragilidad humana, se da día tras día
por el miedo o el desconcierto que se
genera el compartir con el otro, lo que somos
detrás de la máscara.
De ahí la incidencia de Lyotard en los distintos metarrelatos que la postmodernidad en su vida persigue con tanto ahínco, pues gracias a ellos podemos comprender el carácter reflexivo y los distintos cambios que tiene cada etapa de acercamiento a lo adquirido por el hombre.


LA EDUCACIÓN COMO IDEAL QUE SE PERSIGUE EN LO POSTMODERNO

Cuando miramos la educación desde distintos lentes, nos damos cuenta que ella ha sido el cultivo que el hombre siempre ha buscado para crecer en su proyecto de vida, pero en especial, es un ideal de vida que sigue, pues le permite ampliar sus horizontes de comprensión como habitante de la cultura; pero ante todo, ubicarse en el espacio- tiempo gracias al proceso educativo que emprende en su existencia humana.
  
Pues como dice Gadamer:

Es un educarse como el que percibo en particular en la satisfacción que uno tiene de niño y como alguien que va creciendo cuando empieza a repetir lo que no entiende. Por fin lo ha dicho bien, y entonces está orgulloso y radiante. Así, debemos partir quizá de estos inicios para no olvidar jamás que nos educamos a nosotros mismos, que uno se educa y que el llamado educador participa sólo, por ejemplo como maestro o como madre, con una modesta contribución. Veremos todavía todo lo que esto implica. Si se me permite el recuerdo de mi propia infancia y de la de otros que conozco de mi propia vida familiar, esto será, claro está, sólo una ilustración que cualquiera podría aportar. Es patente que el momento en que, después de los padres, empiezan primero el jardín de infancia y después la escuela, significa un gran corte en estos años de aprender a hablar. Sin duda es un gran paso en el que tiene lugar algo realmente nuevo, "de la cuna, por así decir, hasta la sepultura". Me refiero a la relación con los otros seres humanos, la comunicación.(2)
 
Lo dicho por el autor, nos muestra que en nuestro siglo XXI la educación como ideal que persigue el hombre postmoderno, nos revela que gracias a ella, podemos levantar la frente en alto, salir a la calle; resaltar a las personas que nos dieron lo mejor de sí mismas para que seamos lo que somos hoy en nuestro día a día. Igualmente aprender con los años que los cuidados generados por estas personas, contribuyeron al aprendizaje de nuestra lengua nativa, pero muy significativamente a reconocer las distintas formas de ver, analizar y comprender las dinámicas históricas, culturales, sociales y políticas por las que gira el mundo cada vez que damos un paso, no solamente desde la escuela, sino hasta que llegamos a la nuestra morada final que es la muerte.

Por otro lado, en ocasiones, la memoria y la gratitud en los ideales éticos de la educación postmoderna que Gadamer constantemente nos recuerda, se han ido perdiendo, no por desconocimiento de los sujetos en formación, se debe a los fenómenos sociales presentes en la cotidianidad, los cuales van cambiándose o transformando desde diversas perspectivas, según el análisis que las ciencias humanas ha realizado de los mismos para dar con el objeto de su entendimiento o simplemente de la causa que los generó en nuestras generaciones.

No obstante, que los ideales éticos se han perdido no solamente por los fenómenos sociales de nuestra época, es porque el hombre se está dejando llevar por una serie de emociones humanas efímeras que se conoce como lo líquido, por lo cambiable y variable que son ellas en la expresión de su trasegar. Según el filósofo Sigmund Bauman en su texto “Modernidad Líquida”:

Los compromisos duraderos e irrompibles envueltos en una densa red de instituciones presagian más que seguridad un destino incierto. Esto mismo se aplica a todas las uniones, ya que la volatilidad endémica de los compromisos vuelve a la conveniencia que las cementa frágil y provisoria. Sin embargo, hay una razón en especial que ha hecho que la unión ortodoxa entre el estado y la nación perdiera gran parte de su pasado atractivo. Al “delegar” muchas de sus funciones más exigentes (las económicas y culturales, y cada vez más también las sociales y biopolíticas) a las fuerzas “desreguladas” del mercado, el estado puede hacer un uso muy limitado y apenas ocasional del enorme potencial de movilización por el que las naciones solían ser una compañía bienvenida, y por cierto indispensable, del estado que luchaba por legitimarse.(1)

Esta cita textual nos plantea que los sujetos se dejaron llevar por la liquidez, no es tanto por una “goma” o desafío a los ideales tradicionales de los contextos que cotidianamente habitan o en los cuales se generó su proceso formativo, lo momentáneo, adquirió fuerza entre nosotros como habitantes del mundo, si lo viéramos desde la perspectiva del autor, es porque gracias a ello, podemos constantemente configurarnos momento a momento a las seducciones continuas que el mercado nos muestra a través de sus productos, para aliviar un poco las cargas que tenemos por el trabajo o el estudio. Del mismo modo, lo efímero se da también, porque la economía y la política, nos piden ideas progresistas, entonces detenernos a pensar desde los valores que fuimos educados en casa, hace que se pierda en ocasiones los potenciales de la nación que es el dinero y las ayudas.
  
 La invitación que hace el hombre postmoderno, es que su vida como ideal que se persigue, que la educación ayude a buscar salidas de los laberintos generados por los fenómenos sociales, para que tenga una vida de encuentro consigo mismo, pero muy significativamente aprenda el desarrollo de la capacidad de comunicar y expresar sus sentimientos y pensamientos hacia el otro, que es su contrario o en ocasiones su amigo que está a las puertas de la escucha, para reconocer en sí nuevos horizontes de comprensión.
Además gracias a dicho encuentro, el hombre, puede complementar su personalidad con nuevos elementos que le permiten reconocerse a sí mismo en un espacio y tiempo determinado; a la hora de plantearse interrogantes que subyacen en su existencia.

LOS VALORES DEL  HOMBRE POSTMODERNO

En una vida tan acelerada como la que vive el hombre de nuestros tiempos actuales, los valores como lo hemos planteado en el escrito se han perdido, no tanto por desconocimiento de los mismos, sino porque los distintos fenómenos sociales han cambiado las concepciones que se han tenido de los valores humanos.

Lipovetsky, nos dice:

Las escuelas de la sospecha, destacan el proceso de liberación del individuo en relación con las imposiciones colectivas que se concretaba en la liberación sexual, la emancipación de las costumbres, la ruptura del compromiso ideológico, la vida a la carta. El hedonismo de la sociedad de consumo había sacudido los cimientos del orden autoritario, disciplinario y moralista: la era del vacío (17) 
  
Cuando tomamos la cita textual de “La Sociedad de la decepción”  es para dejar entrever que el siglo XX nos dejó con la sospecha de que los valores se perdieron por un deseo irrefrenable de un ideal de libertad, perseguido por el sujeto de su tiempo, que nuestro siglo se consolidó de una manera tan abrupta que no le permitió medir las consecuencias. Entonces de ahí el nacimiento de los fenómenos sociales vividos actualmente tales como: la virtualización, la pérdida de identidad, la nueva concepción de la pobreza y riqueza, la sociedad de consumo, la reconfiguración de la cultura como elemento del espectáculo, el individualismo, la fragilidad de los vínculos humanos entre otros.

Por otra parte, el elemento de la sospecha es para devolverle al sujeto el protagonismo que ha ido perdiendo gracias a los fenómenos anteriormente expuestos, pero sin embargo, nos hemos dado cuenta, que sospechar es la herramienta que encuentra el sujeto para ver las causas que la liberación sexual y el hedonismo dejó en su vida, gracias a los cimientos que de ello surgió; para configurar un ethos, no tanto materialista en el siglo XXI sino crítico y reflexivo que le señale los caminos para no dejarse llevar.

A manera de cierre, podemos concluir que los valores son quienes buscan la reconstrucción de los ideales del hombre postmoderno, para encausarlo al cauce de su humanidad perdida y así que no caiga en el abismo de su deshumanización.

Bibliografía:
  • ·         Gadamer, Hans Georg. La Educación es Educarse.
  • ·         Lipovetsky, Gilles.  La Sociedad de la Decepción.  Barcelona: Anagrama, 2006.
  • ·         Bauman, Zygmund. La Sociedad Situada.  México: Fondo de Cultura Económica, 2004.
  • ·         Vásquez  Roca, Adolfo. Filosofía – Individualismo y Modernidad Líquida y Desilusión Hipermoderna: de Bauman a Sloterdijk.

No hay comentarios:

A Santiago, un astro de la música

Santiago, un niño que sueña canciones escrita en partituras para incitar al oyente a soñar,  pensarse y en especial hallar su esencia ...